Sapere aude

viernes, 18 de septiembre de 2009

Ethiem


Óleo:Denis Nuñez Rodriguez(Felicidad garantizada)



Hoy le he visto después de años.Estaba en la terraza de una cafetería del centro,sentado en una silla de mimbre con un té humeante.Leía un libro de tapas grises,de vez en cuando se retiraba el pelo de la cara,esa suave melena de un castaño brillante que se entrelazaba con mis pupilas ensimismadas.No había cambiado nada,seguía envuelto del misterio que desembocaba en una brutal atracción en todos y cada uno de mis sentidos.Le intuyo indiferente a mi nombre,que tanto le costaba pronunciar,así que me escondo tras mi sombra por miedo a escuchar su voz,la cual recuerdo vibrar como la primera vez sobre mis sienes.Jamás he dejado de perseguir aquella melodía que nacía tras sus argumentos,aún así nunca logré encontrar las notas que se alzaban tras aquellas palabras de acento parisino.Sigue aquí o por lo menos a vuelto a mi ciudad pero no me acerco porque soy una estúpida.Me dispongo a doblar la esquina,aunque vuelvo la vista para raptar la figura de ese hombre que un día me elevó al placer sobre la proporción exacta de sensibilidad y tacto manteniendo el enigmático poderio tras su espalda,vuelvo la vista pero ya no está.Me lo llevo conmigo,en mi memoria,soñando con la disparatada posibilidad de encontrarnos,algún día frente a frente.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Alfonsina Storni



PASIÓN

La mano que al posarse, grave, sobre tu espalda,
haga noble tu pecho, generosa tu falda,
y más hondos los surcos creadores de tus senos.

¡Y la mirada grande, que mientras te ilumine
te encienda al rojoblanco, y te arda, y te calcine
hasta el seco ramaje de los pálidos huesos!




DOLOR

Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.
Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar...
Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar;
Y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.